Aunque penetrar más allá de la corteza terrestre es imposible para los humanos, eso no impide que la gente crea que ciertos sitios son la puerta hacia el centro de la Tierra
El viaje al centro de la Tierra es un tema recurrente en las novelas y películas de ciencia ficción. En algunos de estos viajes imaginarios los protagonistas llegan a las capas fundidas más profundas del planeta o incluso al núcleo. En otros, descubren un mundo subterráneo con continentes y océanos bajo la corteza terrestre: la Tierra hueca.
La teoría de Tierra hueca surgió a finales del siglo XVII, con la idea de que había un gran espacio interior habitado en el interior del planeta. La teoría se refutó científicamente en 1774 con el experimento de Hutton, pero todavía subsiste en el floklore, en la ciencia ficción, y cómo no, en las redes sociales.
Un dibujo transversal del planeta Tierra que muestra el «Mundo Interior» de Atvatabar, de la novela de ciencia ficción de William R. Bradshaw de 1892 La Diosa de Atvatabar
En cuanto a perforar hasta el centro de la Tierra, por muy atractivo que parezca el viaje, es, sin embargo, impracticable. Si fuera posible, sería necesario atravesar las cuatro capas principales del planeta, empezando por la corteza, la capa capa más externa, que tiene entre 5 y 70 kilómetros de espesor. Luego pasaría por el manto, una capa sólida de 2.800 kilómetros de espesor, para llegar al núcleo, con una capa externa líquida de 2.200 kilómetros de espesor y otra sólida, la más profunda, de 1270 kilómetros.
El núcleo se encuentra a una temperatura de entre 5.000 y 7.000 ºC, suficiente para fundir cualquier roca conocida, y está compuesto sobre todo de hierro, junto con niquel, azufre y otros elementos. La única razón por la que se mantiene sólido son las inmensas presiones a las que está sometido. No parece un lugar agradable.
El la vida real, los humano ha arañado apenas la corteza en los agujeros artificiales más profundos perforados nunca. La perforación superprofunda SG-3 de Kola conserva el récord mundial con 12.262 metros en 1989 y sigue siendo el punto artificial más profundo de la Tierra.
Pero esta modesta incursión no impide que a lo largo de la historia, determinados lugares hayan recibido el título de puertas al inframundo, al infierno, o al centro de la Tierra:
SNÆFELLSJÖKULL, ISLANDIA
El glacier de Snæfellsjökull. Foto: Alex Proimos
El Snæfellsjökull es un estratovolcán de 700.000 años de antigüedad situado en la península de Snæfellsnes, en Islandia. A veces puede verse desde la ciudad de Reikiavik, de la que está a una distancia de 120 km. Se trata de uno de los lugares más famosos de Islandia, principalmente debido a la novela Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne, escrita en 1864, en la que los protagonistas encuentran en el volcán la entrada a un pasaje que conduce al centro de la Tierra. En esta novela Verne retoma el mito de la tierra hueca, y los aventureros se topan con un mundo subterráneo ocupado por océanos, selvas y dinosaurios.
MINA DE ORO DE MPNENG, SUDÁFRICA
Mina de oro de Mpneng
Esta mina de oro es una de las más profundas de de la Tierra, que alcanza más de cuatro kilómetros de profundidad. Los mineros descienden a la mina en un ascensor que tarda una hora en llegar al fondo. A esta profundidad, la temperatura de la roca alcanza los 66 °C. Para que los mineros sobrevivan se bombea hielo en suspensión para enfriar el aire del túnel por debajo de los 30 °C. Los túneles están recubiertos de hormigón proyectado reforzado con acero, que actúa como aislante. En 2008, los investigadores descubrieron la bacteria Desulforudis audaxviator presente en muestras de agua subterránea a varios kilómetros de profundidad en la mina.
MONTE OSORE, JAPÓN
Monte Osore, Japón
El monte Osore el nombre de un templo budista fundado en el año 862 e.c., y un destino de peregrinación en el centro de la península de Shimokita, en el norte de Japón. El templo está situado en la caldera de un volcán activo y en la mitología japonesa se cree que es una de las puertas al inframundo. Aunque la última erupción ocurrió hace hace más de 10.000 años, las fumarolas de dióxido de azufre indican que el volcán todavía está activo. El paisaje que lo rodea, con rocas carbonizadas y fosas llenas de líquido burbujeante hace muy fácil creer que por aquí se llega al infierno.
LAGO DEL AVERNO, ITALIA
Lago d’Averno, Campania, Italia
El Lago d’Averno, en italliano, es un lago volcánico situado en el cráter del Averno, en Campania, en el sur de Italia. El Averno era el nombre que los romanos daban a este cráter de 3,2 kilómetros de circunferencia y que forma parte del conjunto de volcanes de los Campos Flegreos, vecinos del Vesubio y la isla volcánica de Isquia. Los romanos consideraban el Averno la entrada al Hades, el inframundo, y habitualmente se usaba su nombre como sinónimo del infierno. En la Eneida de Virgilio, Eneas desciende al inframundo por una cueva cercana al lago. En las Fabulae de Hyginus, Odiseo (Ulises) también va al mundo inferior desde este lugar.
EL PLUTONIO DE HIERÁPOLIS, TURQUÍA
La entrada del Plutonium de Hierápolis
El Plutonio de Hierápolis o Puerta de Plutón era un ploutonion, un lugar de culto dedicado al dios griego Plutón, soberano del inframundo. La ciudad de Hierápolis se encuentra cerca de la Pamukkale, en la actual provincia turca de Denizli. Se calcula que el templo data de la la misma época que la fundación de la ciudad, hacia el año 190 e.c. por el rey Eumenes de Pérgamo. El tempo está construido sobre una cueva que emite gases tóxicos, de ahí su relación con el infierno. Era habitual sacrificar animales atándolos con una cuerda e introduciéndolos en la cueva, donde eran asfixiados por los gases.
CRÁTER DE DARVAZA, TURKMENISTÁN
Cráter de Darzava en Turkmenistán
En este caso se trata de un infierno de creación humana. El cráter de gas de Darvaza, también conocido como Resplandor del Karakum o Puerta del Infierno es un yacimiento de gas natural derrumbado en una cuerva cerca de esta ciudad de Turkmenistán. No se trata de un fenómeno natural, se supone que los geólogos soviéticos le prendieron fuego intencionadamente en 1971 para evitar la propagación del gas metano, y se cree que ha estado ardiendo continuamente desde entonces. El cráter tiene un diámetro de 69 metros y una profundidad de 30 m. Se ha convertido en una atracción turística y en sus alrededores es común la acampada.
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