Con una historia que comienza en 1536 con la llegada a la ciudad de Pedro de Mendoza, el barrio de La Boca es una de las zonas más peculiares y turísticas de Buenos Aires.
La Boca es un barrio colorido, pintoresco y lleno de vida que muestra a los visitantes su lado más amable, ofreciéndoles instantáneas propias de las imágenes de una postal.
El nacimiento La Boca: Su historia en la voz de Oscar de la Ribera
La Boca debe su nombre a su ubicación en la desembocadura del Riachuelo en el Río de la Plata. Utilizado como puerto a lo largo de numerosos años, su actividad portuaria atrajo numerosos inmigrantes, especialmente genoveses, que se establecieron en la zona en busca de trabajo.
La construcción de las casas en la zona se realizó a base de madera y chapas pintadas con innumerables y llamativos colores procedentes de la pintura que sobraba en el puerto, aportándole al barrio un aspecto peculiar y cargado de encanto
Los historiadores coincidían en señalar a la Boca como el lugar en donde Pedro de Mendoza fundó la ciudad de Santa María de los Buenos Aires, en 1536, pero actualmente se considera que podría haber sido en Parque Lezama y su entorno. Desde los primeros tiempos la boca del Riachuelo fue el puerto natural de Buenos Aires. Su poca profundidad no permitía navíos de calado considerable, a lo que se sumaban los bancos de arena que causaban no pocos problemas, ya que el canal de entrada tampoco era precisamente profundo, a ello era preciso sumarle las crecientes y bajantes. No obstante los inconvenientes el Riachuelo continuó desde fines del siglo XVI hasta fines del siglo XIX en plena vigencia. Numerosos fueron los proyectos que la necesidad de un puerto de envergadura generó teniendo en cuenta el lugar, uno de ellos, obra del Ing. Carlos Pellegrini, proponía estrechar la desembocadura del Riachuelo cerrando parcialmente su salida con una esclusa, para que éste aumentara su caudal, profundizando su canal de acceso. Proyectos y discusiones sobre su viabilidad y utilidad continuaron hasta que por fin se aprobó el presentado por Eduardo Madero, desechándose el del Ing. Huergo que propiciaba centrarlos en el Riachuelo. El nuevo puerto, concentrado más al norte, significó el progresivo deterioro del Riachuelo. No obstante esto él continuó siendo el símbolo del barrio de La Boca y es imposible concebir al uno sin la otra y viceversa.
A fines del siglo pasado La Boca ya era un barrio en el que había una fuerte presencia italiana con preponderancia de origen genovés. La inmigración en el Río de la Plata incorpora al país elementos distintivos que van creando modos, hábitos, expresiones nuevas en su vivir. La presencia del italiano señala aportes excéntricos en la elaboración de su sociabilidad. Paulatinamente van cobrando rasgos propios los núcleos a los que ellos aportan sus peculiaridades. En verdad, Italia era en esos días un mosaico de nacionalidades y esa su policromía se reflejó también en nuestra tierra y sobre todo en La Boca. Porque La Boca fue la zona de Buenos Aires que recibió mayores caravanas de esa procedencia. Entre todas ellas la preponderancia del genovés vendría a librarla, más tarde, de un desastre etnográfico que hubiera sido peligroso para su cohesivo desenvolvimiento. Junto al italiano -en toda su diversidad cromática- al lado del predominio ligur, siempre se advirtió la existencia de los sectores constituidos por dálmatas, españoles, griegos, y algunos dispersos grupos de franceses y sajones.
Aunque las condiciones geográficas siempre fueron muy adversas, se asentaron allí las famosas «barracas», que eran construcciones muy humildes donde se almacenaban diferentes productos, se curtían cueros etc. Como era un lugar típico de marineros de paso, se abrieron numerosas pulperías. Eran tantos los italianos, que en 1882 un grupo de genoveses firmó un acta que enviaron al rey de Italia comunicándole que habían constituido la República de la Boca. Inmediatamente, el entonces presidente argentino, Don Julio A. Roca hizo quitar la bandera genovesa izada en el lugar y puso fin al conflicto. Los habitantes de La Boca, fueron siempre divertidos, ruidosos y melancólicos. Hablaban el dialecto xeneixe -el de los genoveses- como si estuvieran en su tierra. Eran muy trabajadores y fraternales, al punto que formaron varias instituciones de apoyo comunitario. Editaron diarios, fundaron clubes deportivos y culturales. Dada su gran sensibilidad para el arte, en el barrio han nacido cantores, músicos, poetas y artistas plásticos, muchos de los cuales han ocupado lugares relevantes en la preferencia popular. Es muy conocido por su dotación de bombero voluntarios tanto por su trabajo profesional como por su trabajo en la comunidad.
La Boca es, sin lugar a dudas, un barrio con personalidad, y ésta lo debe en parte a su particular arquitectura. Claro está que ello no es ajeno a sus habitantes y al emplazamiento del barrio junto al Riachuelo.
En sus orígenes sus casas fueron de dos tipos: de madera o de chapa, ambas con balcones de hierro. Aún es posible encontrarlas en considerable número de ejemplos. Ellas son en realidad la imagen de La Boca.
Sus fachadas de chapa acanalada se combinan con las carpinterías de madera enriquecida por variadas molduras que hacen juego con las cenefas. Pero no sólo se utiliza la madera, también fueron comunes los cerramientos de varillas de madera superpuesto formando rombos que separaban las galerías superiores del balcón o creaban un espacio, cerrando en parte la galería de entrada, en planta baja. Este «treillage» no era una simple decoración, sino por el contrario, su intención estaba dirigida a la protección de los rayos del sol.
El origen de los colores diversos, deviene de los sobrantes de pintura que los marineros traían a sus casas, como la pintura era costosa, y la cantidad escasa para pintar toda la casa de un mismo color, se aprovechaba hasta la última gota, por lo tanto, se pintaba primero los marcos hasta agotarla, para pasar luego a las paredes y pintar hasta donde alcanzara. La madera como motivo ornamental llegó a utilizarse hasta en los barandales de coronamiento, formados por paños de rejas de hierro forjado, separados por elementos cuadrados o rectangulares de tablas superpuestas, sobre las que se aplicaban recuadros moldurados.
La Historia de la Bombonera en imágenes
Llamado oficialmente estadio Alberto J. Armando –en honor a un legendario directivo del club-, la Bombonera fue erigida por el mismo estudio de arquitectos e ingenieros que había diseñado el famoso mercado de Abasto porteño: Delpini-Sulcic-Bes.
Pero fue su forma en D lo que lo volvió famoso y fue el origen de su apodo, que surgió, de acuerdo a varios medios argentinos como el diario Página 12, cuando estaba siendo levantado: a uno de los constructores le regalaron una caja de bombones que tenía la misma forma de la estructura del estadio.
En este lugar Boca Juniors se coronó campeón de la Copa Libertadores de América en dos ocasiones: 1978 y 2001.
Además fue el cancha escogida por el astro argentino Diego Armando Maradona para su despedida del fútbol el 10 de diciembre de 2001.
Pie de foto,Antes de iniciar las obras, en los terrenos funcionaba un estadio que tenía las plateas construidas en madera, que fueron demolidas.
FUENTE DE LA IMAGEN,CORTESIA DIARIO CLARIN Pie de foto,La estructura de hormigón se convirtió en uno de los íconos de la ciudad de Buenos Aires.
FUENTE DE LA IMAGEN,CORTESIA DIARIO CLARIN Pie de foto,Los diseños del nuevo estadio de la Bombonera fueron realizados por la firma de ingenieros Delpini-Sulcic-Bes.
FUENTE DE LA IMAGEN,CORTESIA DIARIO CLARIN Pie de foto,El primer partido que se disputó en el mítico estadio fue entre el equipo local y San Lorenzo de Almagro.
Podría decirse que las líneas horizontales eran, o son, una característica de La Boca. Los largos tablones superpuestos en las casas de madera y la acanaladura de las chapas en las otras comentadas, se sumaban al imitado corte piedra de los edificios construidos en ladrillo revocado que, por supuesto, adoptaban el estilo italiano del momento. Estas construcciones de material son un capítulo aparte, ya que coinciden con el paulatino enriquecimiento de muchos de los habitantes del lugar, que encariñados con el barrio, se quedaban en él levantando viviendas que en su interior acumulaban muebles y objetos artísticos con su nueva condición.
Esta creciente prosperidad se materializó en la preocupación por dotar a las viviendas de los últimos adelantos, o quizá cabría decir siguiendo las últimas modas. Así aparecieron en estas casas de material de planta baja y primer piso, las grandes mamparas con vitrales o vidrios de colores neutros, verdes, rojos o azules, y los techos decorados. Sin embargo es interesante destacar que muchas de estas casas alternaban con las tradicionales de chapa o madera con techos de chapa a cuatro aguas; en contraposición con las de terraza, para ese tiempo «modernas»
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